En primer lugar, pongo en duda el que esta crisis haya sido provocada por los propios problemas estructurales del sistema económico mundial, a pesar de que muchos economistas así lo dictaminan.
Si bien es cierto que numerosos bancos han quebrado, otros muchos han aumentado sus beneficios durante la propia crisis y, probablemente, los aumenten aún más cuando ésta termine. Además, la crisis puede tener un carácter más político que meramente económico. Procedemos a explicar esto.
Recordemos que durante las etapas previas a la crisis, numerosos gobiernos socialdemócratas habían ganado las elecciones en Europa (por ejemplo, España). Los salarios habían empezado a aumentar, las condiciones laborales mejoraban continuamente y la clase obrera comenzaba a tener un estilo de vida más propio de las clases medias y medias-altas.
En la otra punta de la pirámide social, se hallaba la banca. La banca había empezado a obtener beneficios de la especulación inmobiliaria ejercida, entre otros, por los propios obreros que tenían unos estilos de vida que tendían a la alza. Esto suponía un arma de doble filo, ya que altos salarios implicaban altos costes empresariales; y altos costes implican menores beneficios.
La crisis, o el pinchazo de la burbuja, supuso un corte en el flujo especulatorio entre el cliente y la banca en que el segundo gana. El cliente no podría pagar, pero el Estado rescataría a la banca. El resultado es evidente: el cliente sería desposeído (desahuciado) de su hogar y la banca sería compensada por el Estado. La mayoría de los países no tenían un sistema legal de dación en pago, por lo que los clientes tendrían que seguir pagando la hipoteca tras su desahucio. Dicho en otras palabras, la banca ganaría por la vía monetaria y por la vía inmobiliaria. Tras esto, la banca tendría activos inmobiliarios que retendrá hasta que los precios de los mismos vuelvan a subir para venderlos y obtener beneficios de su venta.
Por un lado hemos visto el triple flujo de beneficios para la banca, pero las multinacionales y grandes empresas también saldrán beneficiadas: los rescates bancarios supusieron grandes gastos para los Estados que llegarán a ser justificaciones para recortar en otras partidas de gasto público; es decir, en dar mayor cuota de mercado a las empresas privadas.
Todos estos problemas supondrían la caída de los gobiernos socialdemócratas y la llegada al poder de los neoliberales. Estos últimos tratarían de mostrar la crisis como un problema estructural que se solucionaría con mayor flexibilidad laboral. Los resultados de las medidas fueron despidos en masa y aceptar bajadas salariales ante el miedo por parte de los obreros a quedarse sin empleo. Puede que la flexibilidad laboral haya sido útil para una cierta porción del tejido empresarial que ha podido reducir sus costes y evitar la quiebra; pero sin duda, ha sido el escenario perfecto para reducir los costes de un activo, lamentablemente, bastante deshumanizado en la sociedad capitalista: el trabajador.
En segundo lugar, diré que no ha cambiado el modelo productivo a nivel mundial. Se han dado cambios cuantitativos en inversiones, mercados financieros, uso de determinadas energías, etc., pero no ha habido un cambio cualitativo. Esto está conectado con el primer punto; no se ha dado un cambio en el modelo productivo porque no ha sido una crisis productiva, sino una crisis financiera (incluso ficticia).
Desde el inicio de la crisis hasta el día de hoy, los cambios se han limitado a liberalizar y flexibilizar la economía; eufemismos que significan privatizar empresas y desproteger al trabajador, respectivamente. Estos ajustes (sinónimo de liberalización y flexibilización) han beneficiado a todas las grandes empresas que antes tenían un papel marginal en determinados sectores de la economía, como es el caso de las compañías médicas privadas (clínicas privadas, hospitales privados, etc.).
En síntesis, es posible que la burbuja y los años de bonanza fueran mera ficción durante un período especulativo de la banca más grande a nivel mundial. Puede que fuera necesario crear un espejismo de bienestar que obligara al obrero a aceptar situaciones lamentables y precarias cuando todo se viniera abajo. Creo que vendría bien recordar una cita de “El Gatopardo” de Guiseppe Tomasi di Lampedusa que refleja los cambios que se han dado en estas últimas décadas: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.
Daniel Ruiz (militante JSE-Egaz)