En el periodo de paz que se abre de forma definitiva para Euskadi tras la desaparición de ETA, los y las jóvenes socialistas volvemos a revindicar un futuro de convivencia con memoria para la sociedad vasca. La conquista de la libertad que disfrutamos no habría tenido lugar sin la tenacidad de miles de personas frente al terror y de la acción firme del sistema democrático. A todos esos resistentes y a todas las personas que nos han traído la paz, gracias.

 

Es triste reconocerlo, pero no se entiende la vida política y social de Euskadi sin la presencia de ETA durante todo el periodo democrático. No fue hasta aquel 20 de octubre de 2011, en el que la banda anuncio el cese definitivo de su actividad terrorista, que la sociedad vasca comenzó a ser realmente consciente del drama que había traído la huella macabra del terrorismo etarra. Hoy sabemos, ya con perspectiva histórica, que en la Euskadi democrática se asesinó, se secuestró y se extorsionó a miles de personas. Sabemos, además, que esos crímenes y esos acosos fueron parte de una estrategia deliberada de ETA y de todo un tejido social que jaleaba sus actos. En la Euskadi democrática se gritó “ETA mátalos”, se espió a vecinos/as, se pintaron dianas para señalar a ciudadanos/as, se repartieron pasquines para nombrar “enemigos del pueblo”, se tensionó a la sociedad a través de una violencia callejera organizada…; y todo esto en nombre del “pueblo vasco” y en nombre de un proyecto político, el independentista, que ha quedado marcado con sangre para siempre.

 

La trayectoria de las juventudes socialistas de Euskadi en el periodo democrático no es otro que el de la militancia activa en un movimiento pacifista y contra la intolerancia; una organización que ha sabido estar a la altura de cada momento histórico para reivindicar la libertad y para dejar huella de nuestras ideas en defensa del pluralismo de la sociedad vasca. Hemos estado siempre en la denuncia de asesinatos, señalamientos y más actos que han acompañado el terrorismo, resistiendo allá donde fuese necesario. Pero a su vez, hemos sido siempre agentes activos en toda posibilidad de dar solución a la pervivencia de la violencia en Euskadi. Sin renuncias, hemos estado en los foros que nos han requerido y hemos apoyado los procesos impulsados por los diferentes Gobiernos; siempre hemos creído en la fortaleza de la Democracia para encauzar y finalizar este drama.

 

En nuestra memoria, tras todos estos años de terrorismo, quedan en primer lugar las víctimas; ejemplo y símbolo de dignidad para todos los vascos y vascas. Ellas son, a su pesar, la representación viva del sufrimiento injusto causado por ETA. Por ello, están llamadas a tener un hueco principal en la construcción de una memoria justa para las próximas generaciones. Sus testimonios, sus anhelos y sus maneras de afrontar las consecuencias del terrorismo se convierten en lecciones morales para toda la sociedad vasca; una sociedad que aspira a aprender para no repetir los episodios más macabros de su historia. En la memoria de las juventudes socialistas tienen un espacio especial las victimas del socialismo vasco; el ejemplo de las compañeras y compañeros asesinados y de miles de compañeros/as o concejales/as resistentes anónimos nos ilustra para llevar con orgullo la memoria socialista. Y con significado especial la figura de Eduardo Madina, víctima de ETA por ser compañero de nuestra organización, porque las juventudes socialistas tienen también un historial de resistencia ante la violencia de ETA. Está en nuestras manos guardar y representar la memoria de tantos compañeros agredidos, amenazados y escoltados.

 

El proyecto de ETA fue en esencia un proyecto totalitario que intentó imponer a todos los vascos y vascas una visión identitaria de Euskadi; un país en el cual ser o no vasco/a dependía de la lupa que imponían los violentos. No se trató de un conflicto entre dos bloques antagónicos; sino de una banda terrorista que, en virtud de una visión ultranacionalista radical, atenazó a la sociedad vasca que decía defender. Pero no debemos olvidar que, si ETA sobrevivió a la transición democrática, a la construcción del autogobierno o incluso al cambio de siglo fue porque existía en Euskadi un apoyo social considerable a su forma de actuar. Junto a ello, la reacción del resto de la sociedad para denunciar la violencia y el acoso tardo décadas en llegar. Pero finalmente llegó; en ese sentido, con la práctica desaparición del apoyo o comprensión hacia el terrorismo, hoy la sociedad vasca es una sociedad más decente, preparada para formar un futuro basado en la memoria de su historia real.

 

Creemos que el futuro de la sociedad vasca debe estar basado en un suelo ético compartido por todos. Es la consecuencia mínima que se debería extraer del final de la violencia de ETA. Pensamos que todas las fuerzas políticas deben participar de una premisa muy básica, pero muy significativa; que asesinar estuvo mal y no tuvo justificación. Por ello, en el relato crítico y compartido del pasado, ningún argumento puede ser invocado para minimizar o legitimar la violencia de ETA, ni ninguna otra violación de derechos humanos. Esta visión ética del pasado, que buena parte de la sociedad vasca en su conjunto comparte, es la base para abrir un nuevo tiempo en la vida política vasca. Nuestro compromiso es contribuir al consenso ético en la sociedad vasca, sin renuncias ni equidistancias. Solo así podremos cerrar de forma definitiva este capítulo oscuro de la historia de Euskadi.

 

El papel de las instituciones democráticas no debe acabar con la derrota del terrorismo. Queda un largo camino de reconocimiento y homenaje a las víctimas y resistentes de la violencia de ETA. Es un trabajo que todas las instituciones deben realizar de forma conjunta, con una visión integral y con el objetivo de que prevalezca una memoria fiel a la historia. Por ello, es importante que desde el Gobierno Central se establezca una política de memoria para el país vasco. La fuerza del Estado y la altura política de las fuerzas democráticas han sido claves en la derrota de ETA; pero un abandono de este tema por su parte solo dará alas a quienes pretenden impulsar hechos alternativos a la historia real de Euskadi.

 

Y es que no podemos consentir que desde determinados ámbitos políticos, o incluso desde Gobiernos de instituciones, se tergiverse la historia para impulsar una falsa desmemoria de múltiples violencias y culpas compartidas. Desde JSE-Egaz nos oponemos a los intentos deliberados del nacionalismo vasco de imponer deliberadamente un relato equidistante en el que al final nadie es responsable de nada. No compartimos la política de buscar un mínimo común denominador de relatos para dar cabida a la izquierda abertzale; buscamos un reconocimiento e impulso a la historia real de Euskadi, sin edulcorantes ni prebendas. Es ahí donde el colectivo de historiadores está llamado a efectuar con el tiempo una importante labor; desde aquí nuestro apoyo a los profesionales científicos que pondrán hecho y contextos objetivos sobre la mesa, sin caer en las autojustificaciones buscadas por el nacionalismo vasco.

 

En el periodo de paz que se abre de forma definitiva para Euskadi tras la desaparición de ETA, los y las jóvenes socialistas volvemos a revindicar un futuro de convivencia con memoria para la sociedad vasca. Estamos convencidos de que esta cuestión está llamada a tener un papel esencial en cualquier proyecto de futuro para la sociedad vasca. Frente a la comunidad identitaria que buscaba ETA, nuestro objetivo siempre será el de construir una comunidad de valores compartidos; los valores de la libertad, la verdad, la justicia y el pluralismo de forma conjunta con los valores de la generosidad, la empatía, la tolerancia y la concordia entre diferentes son los elementos con los que aspiramos a construir en paz la Euskadi del futuro.

 

Por todo lo expuesto, el Comité Nacional de Juventudes Socialistas de Euskadi adopta la siguiente

resolución:

 

  • Mostramos nuestro agradecimiento más sincero a quienes desde esta organización, u otros espacios de la sociedad, se enfrentaron al terror y arriesgaron su vida para acabar con el proyecto totalitario que ETA quería imponer a la sociedad vasca.

 

  • Queremos hacer saber a las próximas generaciones que no existe motivo justo para amedrentar, coartar o asesinar a otra persona e inculcar los valores democráticos y la tolerancia ideológica. Por ello, pedimos a las fuerzas políticas que acuerden un suelo ético que genere un marco compartido de deslegitimación de la violencia.

 

  • Instamos las Cortes Generales a desarrollar una Ley de Memoria que reconozca el ejemplo de dignidad de las víctimas del terrorismo y sus familias, así como la labor de resistencia de miles de vascos frente a la violencia de ETA, y que realice una labor de consolidación de una memoria fiel a la historia en Euskadi. Dicha ley estará llamada a servir como referencia y marco de actuación a la hora de realizar las políticas de memoria en asuntos relacionados con el terrorismo en España.

 

  • Instamos a la Fundación Centro de Memoria de las Victimas del Terrorismo y al Instituto Gogora de la Memoria, Convivencia y los Derechos Humanos, a construir una coordinación y cooperación entre ambas instituciones con el objetivo de garantizar y divulgar una memoria critica con el pasado y fomentar los valores éticos y democráticos.

 

  • Instamos a las instituciones vascas a que implementen – concretamente en lo relativo a los medios de comunicación públicos y a los centros educativos o culturales- políticas de memoria que tengan como eje el reconocimiento de las víctimas, la deslegitimación del terrorismo y la verdad de lo sucedido, así como la reivindicación de valores como la pluralidad y la tolerancia, única vía para construir una convivencia justa y una sociedad decente.

 

  • Instamos a las instituciones públicas a erradicar la simbología y la propagación de mensajes de simpatía hacia el terrorismo en los espacios públicos: ongietorris, pintadas, carteles, txoznas…

 

  • Además, instamos a las instituciones públicas a promover símbolos de rechazo a la violencia, convivencia entre diferentes y reconocimiento a víctimas del terrorismo; ya sean placas, exposiciones, u homenajes.

 

  • Mostramos nuestra satisfacción ante la derrota definitiva del terrorismo de ETA, a sabiendas de que el acto que tuvo lugar para escenificarlo fue un evento con la finalidad de impulsar un falso relato equidistante, que no buscaba reparar el daño ni aportar idea o gesto que beneficiase a la convivencia de la sociedad vasca.