Que el terrorismo de ETA y, en general, la historia más reciente de Euskadi debe entrar en las aulas vascas y ser estudiado es un hecho evidente y sobre el que no puede dudarse. Lo que no puede hacerse bajo ningún concepto, y aún menos ser promovido por la máxima institución vasca como es el Gobierno vasco, es pretender que llegue a los alumnos vascos una historia del terrorismo sesgada, enfangada en falsas teorías de conflicto entre dos bandos, desvirtuada de la realidad que sufrió la sociedad vasca y diluida en otras múltiples violencias hasta el punto de volverla irreconocible e indiferenciable.
Lo que pretende el Gobierno vasco con su unidad didáctica es poco menos que buscar una justificación a lo injustificable, al meter en el mismo saco no sólo otras violencias padecidas por la sociedad vasca, sino incluso la persecución que el franquismo llevó a cabo sobre el euskera y la cultura vasca. Una vez más, el PNV opta por diluir esto y aquello en un mismo relato que acaba por no decir nada. Una vez más, el PNV rehúye estar junto a las víctimas del terrorismo para priorizar su construcción nacional, blanqueando el pasado de quienes asesinaron precisamente en nombre de ésta.
Dar más voz a los partidos nacionalistas que a los no nacionalistas, después de que éstos fueran perseguidos y sus integrantes asesinados durante cinco décadas, demuestra el poco descaro que tiene el nacionalismo vasco. Que a lo largo de los documentales de Herenegun se dé voz a cinco cargos o excargos del PNV, tantos como la suma de las voces que aportan el PSE y el PP juntos, es una muestra palpable de que el nacionalismo vasco pretende hacerse con las riendas de un relato cuya veracidad no les conviene, pues no hace más que describir la cara más terrible y salvaje del mismo. El PNV lleva mucho tiempo tratando de escribir una historia paralela de lo que ocurrió en Euskadi, y lo está logrando gracias al enorme poder institucional del que disfruta. No sólo se advierte su mano blanqueadora en la EiTB, con una programación que en muchas ocasiones trata de dar una imagen ablandada de lo que fue el terrorismo y lo que son hoy en día sus consecuencias, sino que también se advierte en sus Programas de Memoria y Convivencia, tales como el Instituto Gogora, que pretendiendo tratar la violencia vivida en Euskadi, se remonta para ello hasta 1936 mezclando en un alegre desorden los testimonios de víctimas de ETA, la guerra civil, la represión franquista, la violencia de la extrema derecha, los abusos policiales y cualquier otro acto violento que venga a la memoria; como si el hecho de que ETA asesinase en pleno siglo XXI, en un estado democrático y de Derecho, tuviera alguna conexión con el golpe de Estado franquista de 1936. Evidentemente, todas esas violencias son denunciables y no deben ser olvidadas, pero tampoco deben ser recordadas juntas, ni diluidas unas en otras. Cada una debe contar con su espacio de recuerdo y memoria. Pareciera que la verdadera intención del PNV es que unas sirvan de justificación a las otras, quizá con la intención de inventar una historia irreal en la que el terrorismo no fue sino la respuesta de parte de la sociedad a otras violencias ajenas. Lo que, dicho de otra forma, vendría a ser una especie de justificación de los asesinatos de ETA.
Por todo ello, desde Juventudes Socialistas queremos hacer hincapié en la necesidad de trasladar a la juventud un mensaje consensuado y plural respecto a lo sucedido en Euskadi y en el resto de España durante todos estos años, pero siendo plenamente conscientes de que ninguna violencia tuvo el impacto, la duración o el apoyo y la justificación social que tuvo el terrorismo de ETA. Debe quedar meridianamente claro que en ningún momento tuvo la más mínima legitimidad el intento de imponer un proyecto nacional totalitario mediante el terror un estado democrático como es España, y que es sobre la memoria y el reconocimiento de las víctimas del terrorismo sobre la que habrá que construir la convivencia futura, sin odio, pero sin olvido. Esta debe ser la prioridad del Gobierno Vasco.