“Debajo de las multiplicaciones
hay una gota de sangre de pato;
debajo de las divisiones
hay una gota de sangre de marinero
debajo de las sumas, un río de sangre tierna”
Estos conocidos versos los escribió Federico García Lorca a principios de los años treinta. “Poeta en Nueva York” es fruto de su experiencia en la ciudad de los rascacielos, símbolo de la modernidad bajo cuya carcasa se escondía el sufrimiento y desigualdad social. Me acordé mucho de estos versos hace unos días, cuando una serie de actos a los que he asistido en Estados Unidos me han hecho reflexionar sobre lo poco que nos damos cuenta en España de lo que vale nuestro estado del bienestar, de lo mucho que ha costado construirlo, y del papel que tiene el socialismo en la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos de un país.
Este fin de semana, en Durham (Carolina del Norte), se celebró un acto benéfico (charity, como lo llaman aquí), para paliar el hambre en el mundo y más concretamente para mejorar la situación de pobreza en que viven miles de familias norteamericanas, una realidad desconocida pero existente. Esto último fue lo que más me impactó. Para la campaña de concienciación se plantaron una serie de carteles a lo largo de un sendero, donde se exponían cifras. Las cifras que arrojaban eran escalfriantes sobre los índices de pobreza de este país. A medida que leía los carteles con datos y estadísticas no podía dejar de pensar en la paradoja de los mismos. ¿El país más poderoso del mundo con unos índices de pobreza tan altos?
Ahora bien, lo que me impactó todavía más es la solución que se propone: hacer caridad a través del sistema de donaciones. “Dona dinero”, “danos un cheque para paliar el hambre de los niños”…son frases muy comunes, que apelan a la sensiblería de la gente para que done algunos dolares a diferentes organizaciones benéficas. A priori puede parecer un acto loable donar parte de lo que uno tiene para mejorar la vida de las personas más desfavorecidas, pero a mi parecer aquí precisamente está el problema y la trampa. El hecho de que cuatro millonarios (la Universidad de Duke, donde se celebró esto, es una de las más prestigiosas y caras de Estados Unidos) den algo de “calderilla”, arrojen unas pocas “migajas” de lo que les sobra solo sirve para limpiar su conciencia y sentirse buenos ciudadanos. Pero eso no palía la increible desigualdad que se vive en Estados Unidos, y muy particularmente en el sur.
A medida que recorría el sendero no podía dejar de pensar en una sola palabra, en una sola alternativa: el socialismo. El socialismo, tal y como lo entendemos en España, lleva implícito el estado de binestar, la igualdad real de oportunidad, la educación, la mejora social. Si esos millonarios norteamericanos dejaran de explotar a tantísima gente, si la riqueza estuviera equitativamente repartida, si se pagaran impuestos, la pobreza que viven muchas personas en este país se vería mermada y ello repercutiría en la mejora de toda la sociedad. Claro que eso en Estados Unidos se ve como una “solución socialista”, la palabra maldita por antonomasia desde que McCarthy inauguró el “marcarthismo” allá por los años cincuenta.
Lo que yo quería enfatizar desde el principio es que hemos de valorar y defender con uñas y dientes el sistema de bienestar y los valores y principios de la socialdemocracia. Igualdad basado en el derecho, sistema público basado en el pago de impuestos, y no en que una persona millonaria se sienta magnánima y decida donar dinero. A veces nos parece que este sistema ha estado siempre ahí y que nunca va a desaparecer. Craso error. Hoy día vemos cómo en España nuestro sistema de biensetar está en peligro, es cuestionado y amenazado constantemente por las políticas brutalmente neoliberales del actual gobierno. Cuando se nos olvide que todo lo construido puede caer, pensemos en el concepto “caridad” y en los millonarios que dan sus migajas cuando tienen un buen día, pero que no tienen ningún empacho en explotar y en oponerse a cualquier sistema impositivo que amenace sus abultadas finanzas. La única forma de conseguir una sociedad justa e igualitaria es a través de la socialdemocracia. No lo olvidemos compañerxs.
Sara Hidalgo García